fuente: el confidencial
Consenso sobre Tiburón (Steven Spielberg, 1975): el joven director Steven Spielberg demostró su maestría a la hora de dosificar la intriga en un filme que inauguró la era del blockbuster veraniego. Todos de acuerdo. Ahora bien, si preguntamos ¿qué representaba el tiburón?, comenzarán las discrepancias. Resumen de la guerra ideológica sobre el significado profundo de Tiburón: Fidel Castro, uno de los mayores fans del primer taquillazo de Spielberg, cree que Tiburón
era una película marxista sobre la voracidad capitalista que devora al
estadounidense medio. Lo que oyen. Por el contrario, según algunos
críticos, el tiburón reflejaría la amenaza exterior que acecha EEUU, llámese inmigración o desastre natural.
Dos respuestas "mutuamente excluyentes", según cuenta Slavoj Zizek en Guía ideológica para pervertidos, documental en el que el célebre filósofo esloveno une fuerzas con la directora Sophie Fiennes, con la que ya rodó Manual de cine para pervertidos (2006), para explicar la ideología de taquillazos emblemáticos de Hollywood como Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965), Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), Titanic (James Cameron, 1997) o El caballero oscuro (Christopher Nolan, 2008). Canal Plus estrenará el documental de Zizek el próximo 14 de octubre.
Y
si uno tiene que disfrazarse para que la gente entienda la relación
entre Marx, Lacan y el Titanic de James Cameron, se disfrazaGuía ideológica para pervertidos es una nueva vuelta de rosca al rol de Slavoj Zizek como el Lionel Messi de la filosofía mundial,
el hombre de los regates dialécticos imposibles, el maestro del uso de
artefactos pop para explicar conceptos políticos, filosóficos y
psicoanalíticos enrevesados. Otra muestra explosiva, en definitiva, de
lo que Zizek mejor sabe hacer: convertir la divulgación filosófica y la agitación política en espectáculo. Y si uno tiene que disfrazarse para que la gente entienda la relación entre Marx, Lacan y el Titanic
de James Cameron, se disfraza. En efecto, Zizek aparece en el filme
caracterizado como los personajes de los que habla. Disertando sobre las
complejidades de la ideología en una barca a la deriva o postrado en el
camastro donde dormía Robert Niro en Taxi Driver. Erudición, humor y comentarios políticos afilados. ¿Quién da más?
Pero volvamos a Tiburón. ¿Quién tiene razón? ¿Fidel Castro o un sector de la crítica? Pues
todos y ninguno, según Zizek. "¿Cuál es la respuesta correcta? Yo creo
que ninguna de las dos pero, al mismo tiempo, ambas. Los estadounidenses
corrientes, o las gentes de cualquier país, tienen gran cantidad de
miedos. Tal vez tememos que los inmigrantes, o las personas que
percibimos como inferiores, nos ataquen o nos roben. Tememos que alguien viole a nuestros hijos. Tememos los desastres naturales; tornados, terremotos y tsunamis. Tememos a los políticos corruptos.
Tememos a las grandes compañías, que básicamente hacen con nosotros lo
que les da la gana... Pues bien, la función del tiburón sería unir todos
esos miedos para que, en cierto modo, cambiemos todos los miedos por
uno solo. De esta forma nuestra experiencia de la realidad es mucho más
sencilla", resume Zizek. Y ahora viene la analogía: ¿Qué mejor ejemplo
de sociedad que une todos sus miedos en uno que la Alemania de Hitler? O
el nazismo y su capacidad para echarle la culpa de todos los problemas
de Alemania a los judíos. Tiburón como metáfora involuntaria del ascenso del nazismo. Ahí queda eso.
Zizek utiliza el ejemplo de Tiburón para ir más allá del trasfondo ideológico del filme. Porque Guía ideológica para pervertidos es también una reflexión sobre los efectos de la ideología en la vida cotidiana
y los retos a los que se debe enfrentarse uno para superar la
estructura ideológica que sostiene la sociedad. Como si fuéramos capaces
de desvelar algunas distorsiones políticas que rodean nuestras vidas,
pero no todas, como muestra Zizek recurriendo a uno de los clásicos ocultos del Hollywood moderno: Están vivos (1988), de John Carpenter, que sirve como arranque del documental.
Están vivos cuenta la historia de un hombre que encuentra unas gafas que le permiten ver la ideología que se esconde detrás de cada persona y cada objeto. La tramoya de la realidad puesta al descubierto; justo lo que Zizek intenta hacer en Guía ideológica para pervertidos. "Las gafas funcionan como unas gafas de crítica de la ideología. Permiten, por ejemplo, ver el mensaje real que se esconde tras los carteles publicitarios.
Ves un gran cartel que te promete las vacaciones de tu vida y cuando te
pones las gafas sólo lees: cásate y reprodúcete", resume el filósofo.
El
filme de Carpenter le sirve, por tanto, para describir las sutilezas de
la ideología en la era de la democracia satisfecha. Nadie nos impone
que consumamos; de hecho, nos encanta. Lo que no quita para que dicho
proceso esté tan cubierto de ideología como cualquier otro. Y que
dicha ideología sea mucho más complicada de quitarse de encima dada su
invisibilidad. "Vivimos, dicen, en una sociedad posideológica. La autoridad social no nos dirige como sujetos que deben cumplir sus deberes y sacrificarse, sino como sujetos de los placeres.
'Conoce tu verdadero potencial. Sé tú mismo. Encabeza una vida
satisfactoria'. Pero al ponerse las gafas, el protagonista del filme ve
la dictadura oculta bajo la democracia. El orden invisible que alimenta
su apariencia de libertad... El pesimismo de Ellos viven está justificado. Se trata de la ilusión definitiva. La ideología no sólo no se nos impone. La ideología es una relación espontánea con el mundo social,
cómo percibimos cada significado, etc. De algún modo, disfrutamos de
nuestra ideología... Y como muestra Carpenter en el filme, salirse de la ideología es una experiencia dolorosa".
Pero Zizek no sólo utiliza películas para desplegar sus tesis. El ejemplo más delirante del filme tiene que ver con la Novena sinfonía de Beethoven, cuyo último movimiento conocemos como la Oda a la alegría.
Zizek lo ve como el paradigma de la flexibilidad ideológica de ciertos
productos culturales. El no va más del éxito de la ideología tanto por
su descomunal aceptación popular como por su aparente ausencia de...
ideología. "¿Qué representa la famosa Oda a la alegría?", se
pregunta el filósofo. "Suele percibirse como una oda a la humanidad como
tal. A la fraternidad y a la libertad de todo el mundo. Lo que llama
la atención es la adaptabilidad universal de esta conocida melodía. La pueden utilizar movimientos políticos completamente opuestos", asegura Zizek antes de proceder a enumerar la lista de amigos entrañables de la melodía de Beethoven. Atentos:
"En la Alemania nazi la Oda a la alegría se utilizaba para celebrar grandes acontecimientos públicos. En la Unión Soviética se idolatraba a Beethoven y se tomaba la Oda a la alegría casi como una canción comunista. En China, durante la gran revolución cultural, cuando se prohibió casi toda la música occidental, la Novena sinfonía sí se aceptaba: se permitía tocarla como música burguesa progresiva. La extrema derecha de Rodesia del Sur, antes de convertirse en Zimbabue, la utilizó para celebrar la demora del fin del apartheid. En el extremo contrario, Abimael Guzmán,
líder de Sendero Luminoso, la guerrilla peruana de extrema izquierda,
contestó lo siguiente cuando un periodista le preguntó cuál era su obra
musical favorita: la Novena sinfonía de Beethoven... Incluso hoy en día la Oda a la alegría es el himno no oficial de la Unión Europea", resume Zizek. Máximo consenso, pues.
Esta
pasmosa unanimidad permite a Zizek recurrir a uno de sus puntos fuertes
como filósofo: el humor. "Podemos por tanto imaginarnos una escena
perversa de fraternidad universal en la que Osama Bin Laden abraza al presidente Bush, Saddam abraza a Fidel Castro, y todos juntos cantan la Oda a la alegría. Funciona. Y así es precisamente como tiene que funcionar toda ideología. Nunca es sólo el significado. Toda ideología tiene que funcionar como un contenedor vacío abierto a todos los significados posibles...
Aunque, por supuesto, hay un truco: que la neutralidad del marco nunca
es tan neutral como parece", concluye. Lo mejor de todo es que Zizek
dice esto vestido de esta guisa: con casaca militar de cuello Mao y en
un escenario que replica el bar de La naranja mecánica (1971) donde, como es sabido, Stanley Kubrick dinamitó de un modo extremadamente perverso el significado clásico de la obra de Beethoven.
El filósofo esloveno remata la función revisando dos de las películas más taquilleras de Hollywood en las últimas décadas: Titanic y El caballero oscuro. Un análisis sin desperdicio que resumimos con dos fogonazos para acabar: 1) "Titanic es el mayor ejemplo de ideología de la historia reciente de Hollywood". 2) "Lo verdaderamente inquietante de El caballero oscuro es que eleva la mentira a elemento principal de nuestra organización político/social.
La sociedad sólo permanecerá estable, sólo sobrevivirá, si se basa en
una mentira. Contar la verdad equivaldría a desintegrar el orden
social".
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