domingo, 1 de agosto de 2010

Boom de los mensajes de texto entre los adolescentes

27/07/10 - 03:22

Un informe del prestigioso Pew Research Center revela que, en los EE.UU., el 75% ya tiene su propio celular. Casi nadie habla por el teléfono. Casi el 90% de los que tienen celular reciben y envían mensajes de texto, y la mayoría lo hace todos los días. La mitad mandan 50 o más mensajes diarios. Uno de cada tres envía cien mensajes. En apenas cuatro años, "el mensaje de texto se convirtió cómodamente en el canal preferido de comunicación básica entre los adolescentes y sus amigos".

Aunque los teléfonos hacen algo más que enviar mensajes de texto, desde ya. Más del 80% de los adolescentes que tienen celular los usan también para sacar fotos (y el 64% para compartir esas imágenes con otros). El sesenta por ciento escucha música en ellos. El 46% los usa para jugar. El 32% para intercambiar videos y el 23% para acceder a sitios de redes sociales. El teléfono celular, en síntesis, es hoy "el eje de comunicación preferido para la mayoría de los adolescentes".

Como si enviar mensajitos, intercambiar cosas, pasear y pasar las horas del día prendidos a sus celulares no fuera suficiente, el 73% usa los sitios de las redes sociales, Facebook en su mayoría -un 50% más que hace tres años-. La comunicación digital no es sólo importante en las vidas de los adolescentes. Es la vida misma de los adolescentes.

"Existe una razón muy sencilla" explica Amanda Lenhart, especialista senior en investigaciones en Pew. "Simplemente, estas tecnologías satisfacen las necesidades de desarrollo de los adolescentes". "Los celulares y las redes sociales hacen las cosas que los adolescentes hicieron siempre. Definen su propia identidad, los independizan de sus padres, los hacen aparecer modernos y los hacen impresionar a los miembros del sexo opuesto -todo mucho más fácil-".

"Flirtear, pavonearse, contar chismes, burlarse de los amigos, salir, hacer confesiones. Todas las cosas clásicas que siempre existieron" dice Lenhart. Antes todo esto ocurría detrás de los garages de las bicicletas o a través de notitas dobladas cuidadosamente que nos pasábamos unos a otros con las manos transpiradas, entre clase y clase. Todo esto se volvió muchísimo más fácil con las redes sociales y los celulares.

Al igual que sus pares, a Philippa ni se le ocurriría soñar con usar su teléfono para llamar a alguien, salvo a sus padres, tal vez, para calmarlos si ella no está donde debiera estar o pedirles que la vayan a buscar. Las llamadas son caras y no se las puede hacer en clase (uno no debiera mandar mensajitos tampoco aunque "muchos lo hacen igual").


Jon Henley. The Guardian

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